Cuando llegan los primeros días fríos de otoño siempre me apetece el potaje y lo preparo como se lo he visto hacer a mi madre, que a su vez lo aprendió de su madre. Son recetas que van pasando de una generación a otra, nadie las escribe porque son fáciles de recordar.
El potaje es un guiso de verduras y legumbres al que le añadimos, una vez hecho, un sofrito de ajos con pimentón (dulce o picante).
Recuerdo que a mi padre le gustaba mucho el picante, por eso, en su plato colocaba unas gotas de salsa de Tabasco (bien picante), ya que mi madre preparaba el sofrito de ajos con pimentón dulce porque, por regla general, a los niños pequeños no les agrada mucho el picante, también le añadía pasta caracola pequeña, para hacer más divertido el plato.
Las recetas de los antiguos labradores están basadas en los vegetales de la temporada.
Y esto, lo de añadir pasta, es curioso porque, hoy, sabemos que si combinamos las legumbres con los cereales, obtenemos una proteína de alta calidad.
Por ejemplo, los nepalís preparan las lentejas, otra legumbre, acompañadas de arroz, un cereal. Es la sabiduría de los antiguos labradores.
El potaje al igual que los caldos de verduras son platos que al día siguiente de haberlos preparado aún están más ricos, porque se han concentrado los sabores. Son platos muy sencillos, con pocos ingredientes, fáciles de preparar y muy nutritivos.
Una buena costrumbre, frecuente en las casas españolas y portuguesas, es que la comida se acompaña con pan. Una mesa sin pan, no es una mesa completa.